miércoles, 22 de marzo de 2017

ESPACIOS HOSTILES.-LA ESTACIÓN ADIF DE ALICANTE





     La estación de ferrocarril que llamamos, coloquialmente, “Estación de Madrid” merece, sin ninguna duda por mi parte el calificativo de “espacio hostil”.

     Quienes acceden a este espacio se ven obligados a permanecer en una sala de espera barrida por todos los vientos que hace a uno inseparable, en invierno, de una prenda de abrigo que, seguramente, sería suficiente para abrigarlo en Finlandia. Pero si uno cree que eso es lo peor sólo tiene que esperar a que le llegue su turno al scanner de equipaje. Allí será obligado a despojarse de su cálido abrigo, que deberá acompañar a las maletas en su tránsito por el túnel que intenta descubrir si en éstas, además del bocata de chorizo, ocultamos un peligroso arsenal.

     Uno se siente obligado a protestar ante un empleado que, con cara de resignación, pero bien abrigado, nos dice que comprende las quejas, pero “órdenes son órdenes y que le haríamos un gran favor al quejarnos de forma oficial, es decir, con papeles, porque él también pasa frio”.

     El ciudadano, que es paciente y considera importante que se establezcan medidas de seguridad, acepta la extraña situación, pero se siente frustrado cuando es testigo de que ante la avalancha de pasajeros y la falta de tiempo para que accedan al tren, se obvia el paso por el scanner de sus equipajes y se les da vía libre. Sin duda hay que entender que un terrorista no esperará al último minuto para subir al tren, que una cosa es inmolarse para ir al paraíso y otra bien distinta hacerlo con prisas y sin comodidad.

     Además de estas situaciones, que tienen algo de “kafkianas” la estación dispone de un aparcamiento para vehículos privados cuyos propietarios estén dispuestos a invertir más tiempo en salir de aquél que el empleado en su viaje por ferrocarril.

     Si, por el contrario, uno decide utilizar un taxi, se encontrará en una zona a cielo abierto en la que, haga el tiempo que haga, tendrá que emprender un peligroso zigzagueo entre los vehículos,  situados en varias filas paralelas ,mientras intenta por los gestos de sus conductores, averiguar cuál es el que le corresponde abordar.

     Seguimos, sin duda, siendo “diferentes” gracias a esa cualidad de nuestros dirigentes políticos y jefes de organismos públicos que, ansiosos de demostrarnos su poder se convierten en regidores de incompetencias difícilmente superables.

miércoles, 1 de marzo de 2017

CARNAVALES Y CREENCIAS



     Las imágenes de los carnavales de Canarias en las que, burdamente, se pretendió insultar de manera grave las creencias de muchas personas por medio de algunos de los más importantes símbolos del cristianismo tienen, al menos para mí, varias lecturas.

     Por un lado, dando por hecho que los autores, por sus expresiones no son cristianos, si profesan otra fe, ¿aceptarían de buen grado un insulto igual?

     Por otro lado, si no creen en nada, ¿a quien pretenden ofender? Si es a los cristianos, están faltando al respeto que, como personas y ciudadanos, se merecen. Porque está claro que no pueden ofender a un Dios que, según ellos, no existe. Si están faltando al respeto, atentan contra la libertad por lo que, finalmente, actúan en contra de lo mismo que supuestamente defienden.

     A lo largo de mi extensa vida he tenido ocasión de tratar con muchas personas, con distintas creencias; ateos, agnósticos, practicantes o no de distintas confesiones religiosas; afines o no a diversas opciones políticas. Ni siquiera cuando determinadas tendencias sexuales eran duramente tratadas lo he hecho de forma irrespetuosa al otro. Al relacionarme con el otro de forma respetuosa, generalmente, he sido tratado de igual modo.

     Quienes, de manera gratuita, se dedican al insulto y a faltar al respeto sólo demuestran su incapacidad para vivir en sociedad. Su fácil recurso a “la libertad de expresión “no es aceptable, por cuanto atenta directamente contra las personas y, por tanto, no tiene cabida en una sociedad democrática.

     Seguramente son los mismos que opinan que “la mujer en casa y con la pata quebrá”; los que opinan que no hay otra opción sexual válida que la suya; los que buscan “rojos” o “fachas” en quienes son, simplemente y antes que nada, personas.

     Me causa profunda tristeza que la convivencia pacífica, nacida del respeto al otro y a sus opiniones o creencias, pretenda ser alterada por quienes no puedo considerar más que “energúmenos “incapaces de estar en paz con los demás como reflejo de su propia incapacidad.

     Hago aquí mías las palabras del Obispo de Canarias , Francisco Cases, ante este hecho, (sic): “También me he preguntado si no hay límites para la libertad de expresión, si todo vale en las manifestaciones festivas porque nada es verdad, si no hay recursos para cortar la frivolidad blasfema que ofende a muchos ciudadanos. Tenemos mucho que pensar”.