jueves, 2 de noviembre de 2017

ESCRITAS CON PLUMA



Las cartas escritas a mano con la pluma de tinta tenían el encanto de las tachaduras que, imborrables, denotaban el esfuerzo de quien intentaba escribir sin haber preparado un guión y pretendía utilizar las mejores palabras para decir lo que quería expresar, con argumentos que, tal vez, no eran recursos habituales en su vocabulario.

La tachadura no es demostración de fracaso sino anuncio de una nueva oportunidad, porque algo se ha aprendido. Ocasión de que la palabra cumpla su función de transmitir deseos, emociones, intenciones…

Hoy, cuando se escribe mal porque conscientemente se ha querido evitar el arduo esfuerzo de aprender el lenguaje, parece más necesario que nunca amar las palabras y dedicarles el tiempo que merecen, que nunca es suficiente.

Y amando las palabras se aprende a entender un texto. Se aprende a escribir lo que se pretende expresar y que, quizá, es difícil de hacer personalmente.

Las palabras son tan necesarias e importantes que incluso hemos aprendido a conservarlas y así las “enlibramos”, para que, cuando tengamos perentoriedad de utilizarlas, siempre haya un libro en la alacena, listo para alimentarnos con ellas y de ellas.

A veces, las palabras tienen música y son capaces de acomodarse a los sentimientos. Otras, no tanto.  Nada más frustrante para quien ama las palabras, el idioma, que darse de bruces con expresiones que denotan el largo camino cultural que queda por recorrer. Porque el uso correcto de las palabras es imprescindible para el acceso a la cultura.

Pero, ¿quién tiene interés en las palabras, cuando estas pueden ser mutiladas o sustituidas por “emoticonos” para crear un sub-lenguaje que, finalmente ,solo será inteligible para quienes utilicen métodos virtuales de comunicación?



1 comentario:

  1. Paco, has tocado para mí un tema esencial. He leido poco a Roberto Obregón, pero le he dicho a mi amigo (Catedratico jubilado de la Universidad, que comparto con el absolutamente la frase aparecida en el diario "El Mundo":
    LA PALABRA NOS REVELA LA CONSISTENCIA DEL ESPÍRITU.
    Un saludo.

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